Patrimonio Empresa

Patrimonio personal y patrimonio de la empresa

Patrimonio Personal y Patrimonio Empresarial

El patrimonio personal y el patrimonio de la empresa parecen ser dos coditos de la misma sopa, pero se cuecen aparte.

En muchas ocasiones me he topado con emprendedores quienes tienen dificultad para distinguir entre el patrimonio personal y el patrimonio de la empresa.

En ocasiones es complicado realizar la separación ya que como el sustento del hogar proviene del negocio y a su vez éste se utiliza para sacar adelante ambos conceptos: negocio y hogar, es fácil caer en la confusión. Incluso, en la justificación.

Muchas veces se le pide “prestado” al negocio para pagarle “luego”. O al revés, el emprendedor “le presta” a la empresa para que luego le pague.

En esa dinámica de que “la bolsa izquierda le preste a la derecha” y viceversa, se hace un enredo financiero que imposibilita determinar su origen como para darle marcha atrás y poner orden, por lo que se opta mejor porque se vuelva costumbre y se deje así la cosa.

Además de los temas legales que conlleva la sana practica de separar el patrimonio personal del patrimonio de la empresa, tener bien delimitado el uno del otro le permite al emprendedor  tener un mejor control de las finanzas así como de su distribución eficiente en cada una de esas dos esferas.

Las necesidades del hogar, a final de cuentas, que es el motivo por el que la gran mayoría de los emprendimientos se inician, requieren ser satisfechas; pero el negocio tiene sus propias necesidades. Ya que el negocio se hizo para generar bienestar, es necesario mantener satisfecho al negocio para que siga generando. Si los gastos del hogar tienen secuestrada la caja del negocio, difícilmente éste prosperará.

Veamos.

El negocio requiere de capital de trabajo para iniciar su ciclo. 

Sin capital de trabajo no hay unidad económica (local, insumos, mano de obra). 

A falta de unidad económica no hay productos o servicios que ofrecer. 

Si no hay productos o servicios no hay ventas. 

Sin ventas no hay recursos para el costo operativo ni para re-invertir ni para utilidades.

El ciclo del capital de trabajo inicia con una inversión que realiza el emprendedor, pasa por la adquisición o gasto de lo necesario para el emprendimiento, luego lleva a la venta de los productos o servicios, a satisfacer el pago del costo operativo y posteriormente al retorno del capital de trabajo más la utilidad.

Para que las finanzas personales del emprendedor y del negocio estén sanas, aquí tiene dos opciones:

1.- Vivir dentro del sueldo que se imponga a cargo del costo operativo.

2.- Vivir de las utilidades.

Las dos tienen un precio que pagar.

1. Si se opta por vivir en base a un sueldo auto impuesto, al menos al inicio del emprendimiento el ingreso del emprendedor se verá limitado sólo a la cantidad fijada.

Esta decisión se torna más difícil sobre todo cuando el negocio es el único vehículo con que cuenta el emprendedor para su sostenimiento personal.

Pero del otro lado del espectro, el retorno del capital de trabajo invertido más las utilidades que se generen, serán una cantidad mayor que la inversión inicial por lo que ahora el negocio tendrá más oportunidad de crecimiento. 

El fijarse un sueldo también le permitirá al emprendedor ajustar las tuercas cuando el negocio no dé para pagarle dicho sueldo, lo que lo impulsará a buscar los medios necesarios para lograr sus propósitos.

A su vez, el sueldo fijo le dará control en sus finanzas personales al ajustarse al ingreso que se pague, por lo que no se echará compromisos más allá de su capacidad de pago.

2. Si se opta por vivir de las utilidades será responsabilidad del emprendedor el separar una parte de ellas para su ingreso y otra para generar una reserva que permita el crecimiento del negocio.

Si el emprendedor consume todas las utilidades el negocio se estancará, y su crecimiento dependerá de inyecciones de capital externas (préstamos, créditos, inversionistas, socios). 

Lo cual es bueno, siempre que el negocio vaya bien; pero cuando las cosas se pongan difíciles, entonces el emprendedor tendrá que disponer de sus recursos propios para salvar el barco, o sea, para apalancar el negocio con el patrimonio personal y entrar a la dinámica de “me presto de la bolsa derecha para la bolsa izquierda”.

Quizá aquí tiene importancia mayúscula el tener separada una cosa de la otra porque entonces se podrá advertir con mayor claridad cuándo el negocio deja de ser negocio porque ya no se sostiene por sí mismo, y entonces se ha convertido en un hobby.

Voy a repetir esto nuevamente.

Un negocio sólo es negocio cuando se mantiene solo, cuando la inversión inicial, y en casos especiales alguna adicional, es suficiente para mantenerse y que entonces éste pueda repetir constantemente el ciclo de capital de trabajo que expuse líneas arriba, sin que se tenga que estar destinando constantemente recursos del patrimonio personal del emprendedor a la empresa.

Cuando el negocio requiere de manera continua de la inyección de capital para mantenerle a flote entonces no estamos en presencia de un negocio sino de un hobby.

Claro está que al inicio del emprendimiento se requiere de una inversión constante al negocio, pero siempre será preferible tener fijado el monto total a invertir antes de arrancar, a que el mercado tome por sorpresa al emprendedor y le exija continuar invirtiendo so pena de clausurar.

Para los profesionistas independientes quienes su materia prima principal lo son sus conocimientos, resulta más difícil todavía el separar el patrimonio personal de aquél que requiere su emprendimiento.

Tal es el caso por ejemplo de abogados, doctores, dentistas, arquitectos, contadores, entre otros; profesionistas quienes requieren solo de inversiones mínimas de capital y por lo general siempre mas o menos de las mismas cantidades, para ofrecer sus servicios.

Para ellos el separar en dos el patrimonio para su oficio o profesión, les permitiría hacer frente a oportunidades para expandir su oferta.

Pero la realidad es la siguiente. La mayoría de las personas trabajan para su sustento. Para invertir en su calidad de vida. Para tener más y mejores cosas que el producto de nuestro esfuerzo nos pueda permitir. Lo cual está excelente.

Pero como se lo hemos venido escuchando al maestro Carlos Kasuga desde hace mucho tiempo: “En México tenemos empresas pobres y empresarios ricos” y quizá esto sea el resultado solamente de una inadecuada estrategia de inicio.

Estamos pues ante el clásico ejemplo de la gallina de los huevos de oro. 

La empresa es la gallina que produce los huevos de oro. Supongamos que pone uno al mes.

El emprendedor el avicultor. 

El avicultor si pretende seguir obteniendo los huevos de oro de la gallina debe entonces seguirle dando cuidados para obtener resultados constantes.

De los ingresos que genere la venta de ese huevo de oro una parte son suyos, de algo tiene que vivir. 

Pero otra parte de esos ingresos requiere invertirlos en el cuidado del ave (establecimiento, insumos, impuestos, nóminas, etc.). Esto para lograr que al fin del siguiente mes obtenga un nuevo huevo dorado.

Pero si el avicultor se gasta la mayor parte del precio obtenido por el huevo en cuestiones personales y no tanto en el sostenimiento de la gallina, probablemente ésta deje de poner huevos de la misma calidad y especie.

Patrimonio de la empresa y patrimonio personal. Primero lo primero. Y lo primero siempre debería ser lo que permite que se genere lo segundo.

Lauro Sández
Asesor Patrimonial

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