El miedo de invertir en Bolsa de Valores y cómo dominarlo para aprovechar sus beneficios

El miedo de invertir en Bolsa de Valores y cómo dominarlo para aprovechar sus beneficios

¿Te da miedo invertir en la bolsa de valores? El temor, primo hermano del miedo, es una emoción humana. Nadie puede escapar de ella. Todos en algún momento podemos ser embargados por dicha emoción.

De acuerdo a la Real Academia de la Lengua el temor es: “Pasión del ánimo, que hace huir o rehusar aquello que se considera dañoso, arriesgado o peligroso.”

Por su parte del miedo nos define que es: “Angustia por un riesgo o daño real o imaginario.”

Los conceptos quedan claros.

Huir, rehusar, angustia, riesgo, daño, real o imaginario.

¿Pero porqué los bebés que gatean o recién comienzan a caminar no tienen miedo?

Si tienes hijos o sobrinos en esta etapa, seguramente te habrás dado cuenta que son temerarios. Suben escaleras, se resbalan de resbaladeros, algunos hasta se escapan de la cuna. Podemos concluir que a nivel general, no conocen el alcance o los efectos de sus acciones, y cómo algunas de ellas los pueden lastimar. Pero podemos concluir también que cuando se lastiman, son muy astutos y toman medidas inmediatas para evitar que les vuelva a suceder, pero siempre con el ánimo de continuar subiendo escaleras, resbalándose o escapándose de la cuna.

Mi bebé de dos años la primera vez que se cayó de una escalera, nada grave, un peldaño solamente, para volverse a subir a la misma ahora pidió “manita papá”. No desistió en su actuar, porque el beneficio que buscaba era subir precisamente la escalera, pero ahora midiendo el riesgo.

Estoy convencido que no tienen miedo, sino precaución. 

El miedo es un concepto irracional que se alimenta del pensamiento. 

La precaución es diferente, ésta se sirve de eventos pasados con efectos no deseados, para definir una estrategia que nos encamine a evitarlos, y en consecuencia seguir aprovechando beneficios de lo que sea que hagamos. 

De lo contrario, ¿quién en su sano juicio se sentaría en un caja de metal con llantas y un motor de combustión para trasladarse más rápido a su destino, a pesar de que pueda chocar? 

¡Lo hacemos con precaución porque el beneficio es mucho mayor al riesgo!

Entonces, ¿porqué tenemos miedo a veces? ¿Porque tenemos esa emoción que en ciertas circunstancias de nuestra vida limita nuestro actuar?

En una ocasión leía a un autor exponer que las emociones son la mezcla de un sentimiento con una historia. En alguna etapa de nuestra vida, algo se suscitó y nos produjo un sentir. Si el suceso fue algo placentero, el sentimiento que tenemos respecto de ese acto o suceso lo archivamos en nuestra memoria como algo bueno. Por el contrario, si el suceso fue algo desagradable, lo registramos en nuestra memoria como algo que debemos evitar.

Tratándose de la emoción de temor o miedo, ésta activa un sentido de alerta en nosotros que nos dirige a ponernos a salvo y lejos del peligro. Entonces, para evitar la realización de lo que tememos, tomamos cartas en el asunto. 

O salimos corriendo, o gritamos para llamar la atención y que alguien venga en nuestro auxilio, o prendemos la luz a media noche, o nos tapamos los ojos con las manos (pero luego por curiosos entreabrimos los dedos).

El miedo se ha concluido que corresponde a un mecanismo de defensa de nuestro cuerpo. Que nos va a alejar del dolor. Pero en la propia definición que vimos antes, el miedo puede ser la angustia por un riesgo o daño “real o imaginario”.

De tal suerte que los miedos los podemos catalogar entre reales e imaginarios, y éstos últimos en nuestro punto de vista los podríamos catalogar a su vez en imaginarios imposibles de suceder e imaginarios posibles de suceder.

Los miedos reales serán aquellos que sabemos que de manera inequívoca se van a materializar si realizamos “x” o “y” cosa, y que nos causarán en consecuencia un perjuicio. Estos miedos sabemos de antemano que son reales porque se pueden comprobar. Por ejemplo si meto la mano al fuego obvio me voy a quemar. Si me tiro de un balcón obvio me voy a lastimar. Si llego a casa a las 3:00 a.m. después de una buena guarapeta pues ya sabrás tú a que le tiras.

Los que yo llamo miedos imaginarios imposibles, sólo viven en la fantasía; en la imaginación. No se materializan ya que no rebasan la frontera de la mente con el mundo exterior. No pueden comprobarse. Nuestra cultura tiene infinidad de personajes que habitan en el consciente colectivo y que naturalmente nunca se han materializado. 

El miedo a Freddie Krueger fue uno que me acechó en gran parte de mi niñez. La emoción que me embarga al ver ese personaje fue producto del sentimiento que se me presentó al ver esa primer película en la que al personaje de Johnny Depp se lo despachan en la cama mientras duerme escuchando música. 

Pero una vez que comprendemos la imposibilidad material de que “La Llorona” algún día se nos aparezca, convertimos la emoción de miedo en una forma de entretenimiento. Si no, ¿qué otro sentido tendría que existieran películas de terror, si no es más que por diversión?

Por su parte los miedos imaginarios posibles son aquellos miedos que habitan en nuestra mente, y que pueden materializarse o no. Y entre la posibilidad de que “se realicen o no” reside un importantísimo campo de acción que se nos reserva para tomar cartas en el asunto, así como los bebés, para prevenir sus efectos, y buscar cómo obtener un beneficio a pesar de ellos. Me queda clarísimo que transportarse en automóvil es un ejemplo de esto que te platico.

¿Entonces cómo vamos? ¿Cómo nos podemos beneficiar de nuestros “miedos”? ¿Cómo a pesar de ellos, les podemos encontrar utilidad?

Ya vimos que el miedo real en sí es un mecanismo de autodefensa que nos conserva. Por ende, nos es útil. 

El miedo imaginario imposible de realizarse, llegado cierto estado de madurez, nos entretiene, le encontramos un beneficio.

Y el miedo a invertir imaginario posible de realizarse, nos puede ser benéfico si a pesar de sentirlo, tomamos precauciones (como manejar) para obtener un beneficio que es mayor al riesgo (como llegar más rápido a nuestro destino).

Invertir en bolsa de valores más allá del miedo tiene el beneficio de obtener ganancias. Es por ello que miles de inversionistas acuden a la misma. Pero tiene un componente de riesgo. Ese riesgo, de entrada, nos puede provocar una emoción de temor o miedo ya que podemos sentir que podríamos perder.

Pero éste temor o miedo vive en nuestra imaginación, puede realizarse o no. Pero como lo hemos visto, aun no se materializa.

¿Qué hacer entonces?

Primero debemos comprender que existe un mecanismo de prevención para evitar el riesgo y así disminuir ese miedo a invertir. Una estrategia para disminuir el riesgo, y a pesar de él, buscar el beneficio: que nuestra inversión se multiplique para incrementar nuestro patrimonio.

Estas herramientas de prevención tienen mucho que ver con:

  1. los instrumentos de inversión que se elijan y,
  2. el plazo en el que se mantendrá la inversión.

Una inversión en diferentes instrumentos financieros a largo plazo es el mejor antídoto que existe para sortear los vaivenes de una bolsa de valores. ¿Porqué? Por la sencilla razón de que absolutamente todas las empresas que cotizan en bolsa buscan preponderantemente obtener ganancias de su actividad económica.

Piénsalo así: ¿tú todos los días te levantas para que te vaya mejor o peor? Obviamente la respuesta es para que te vaya mejor. Las empresas que cotizan en bolsa viven para lo mismo. Todas sus actividades económicas las destinan para que les vaya mejor, nunca peor. Realizar lo contrario no tendría ningún sentido.

Esto no quiere decir que a todas las empresas siempre les vaya bien. En ocasiones pueden tener tropiezos en su andar. Pero es innegable que buscarán siempre un estado de satisfacción.

Una estrategia de prevención para ti como inversionista sería el colocar un capital de inversión en muchas empresas o instrumentos financieros. “No poner todos los huevos en una misma canasta” es un dicho que cobra una importancia relevante en este tema. 

Por ejemplo, qué sería mejor ¿invertir en solo una empresa o en varias? Invertir en varias sería lo óptimo, de tal suerte que si a una o a varias no les va muy bien en un periodo de tiempo determinado, a otras sí les vaya bien, y entonces tu inversión mantenga un resultado positivo, ya que el desempeño de unas compensaran el de otras. A esto se le llama “diversificar”.

La otra estrategia de prevención tiene mucho que ver con el plazo, con el periodo de tiempo en que mantendrás una inversión. A mayor plazo, la economía crece más que en un menor plazo.

En un horizonte de inversión a largo plazo, si todas las empresas que abarcan una economía en un país buscan preponderantemente beneficios económicos, tú puedes unirte a recibir los beneficios de todas ellas en promedio. Te puedes sumar al crecimiento económico de un país, y cosechar sus beneficios en provecho tuyo y de tu familia.

¿Entonces?

Ese miedo a invertir imaginario posible de realizarse que logres dominar, basado en una estrategia de prevención, te puede beneficiar en gran medida y ponerte en una posición de ventaja económica respecto de aquellos que no lo han logrado dominar, que no lo asimilan, o bien que no pretenden asumirlo.

Si te gustaría conocer de una opción para invertir sin miedo y con un alto grado de diversificación que te permita cosechar beneficios en un plazo adecuado a tus necesidades, me encantaría conocerte y tener el honor de ser tu asesor.

¡Tu futuro está en tus manos!

Lauro Sández
Asesor Patrimonial

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