Dinero

Dinero nuevo y dinero viejo

Dinero nuevo y dinero viejo

El dinero y el laberinto de la tarjeta de crédito. ¿Porqué siempre le debo?

Siendo muy honestos, ¿cuando recibes de tu sueldo qué prefieres, pagar el total del saldo de tu tarjeta de crédito o gastar en otras cosas?

Para quienes tengan un adeudo alto en su tarjeta de crédito, los ingresos mensuales normalmente van a limitar la oportunidad de pagarlo totalmente, esto porque tenemos un presupuesto de gastos fijos que atender, y por ello terminamos realizando solamente abonos parciales a la misma.

¿Pero porqué cuando recibimos cantidades superiores a nuestro ingreso habitual no liquidamos ese pasivo?

Cuando llega el aguinaldo, las utilidades, la caja de ahorro, la ganancia en la venta de algún bien o cualquier otro caso en el que obtengamos ingresos excedentes, casi siempre las personas deciden satisfacer nuevos deseos que cubrir el crédito de los adquiridos previamente.

Para explicar éste fenómeno conviene recordar la “teoría de la utilidad” que estudia la microeconomía. Esta teoría trata de explicar el comportamiento de los consumidores.

Según esta teoría los consumidores siempre buscan maximizar el beneficio de sus recursos. Sus recursos son las cantidades con que cuentan producto de sus ingresos o ahorros.

Sobre esos recursos deciden pues qué hacer con ellos en un universo de bienes y servicios disponibles, con la finalidad de obtener la mayor “utilidad” (o satisfacción) a cambio de ellos. 

Como los recursos son limitados y los bienes o servicios que pueden adquirir son ilimitados, eligen unos por sobre otros.

Entonces al momento de elegir, el consumidor siempre tenderá a destinar sus recursos en bienes que le satisfagan por encima de otros que no le satisfagan, buscando así obtener el máximo beneficio de los recursos con que cuentan. 

¿Lógico no? Pero la lógica a veces no aplica cuando la situamos en contraposición de nuestros impulsos y deseos, en este caso, de compra.

Los usuarios de tarjetas de crédito, al gastar en bienes o servicios con los recursos dados a crédito por el banco que les ha otorgado una tarjeta, olvidan que han gastado recursos que no son propios sino de un tercero (el banco), recursos los cuales en un futuro deberán de cubrir más los intereses que se generen.

De tal suerte que lo gastado a crédito aunque en un inicio satisface un deseo de compra, ese crédito debe ser cubierto eventualmente, y ¿de dónde se va a cubrir?, pues de los recursos que el consumidor obtenga en un futuro. 

Y es aquí que los consumidores se sumergen en un laberinto del cual muchos batallan para salir, porque regresando a la “teoría de la utilidad”, si el consumidor busca obtener la mayor satisfacción de sus recursos, muy poca gente encontrará más satisfacción en pagar deudas de bienes o satisfactores ya consumidos y que viven en el pasado a en su lugar, comprar nuevos satisfactores y disfrutarlos en en el presente.

Son realmente pocos los bienes que adquiridos a crédito los tenemos presentes con mayor claridad, y por ello atendemos su pago oportunamente. De estos bienes, nuestros sentidos los perciben a diario. 

El pago de la hipoteca de la casa donde vivimos, el pago del crédito automotriz del auto que conducimos; son ejemplos de bienes que utilizamos diario y que llegado el fin de mes, cubrimos su crédito. Esto porque nos satisfacen en un plazo de tiempo consistente y prolongado.

Pero hay muchos otros bienes o servicios adquiridos a crédito que al no mantener una vida útil con el paso del tiempo, escapan de nuestra consciencia ya que dejamos de percibirlos o bien dejan de satisfacernos en la medida que requerimos. 

Muchos bienes o servicios cubiertos a crédito desaparecen de nuestra percepción y por ende, batallamos más en tomar la decisión de cubrir el crédito que nos otorgaron para adquirirlos porque simplemente viven en el pasado. 

Y en el presente, preferimos mejor adquirir nuevos satisfactores con los ingresos producto de nuestro trabajo, que cubrir lo que alguna vez gastamos y que en el presente ya no brindan satisfacción.

Los viajes, las comidas en restaurantes, el taxi, el super, la ropa y calzado, las compras y servicios de suscripción en línea; hay muchos bienes que consumimos a crédito y que se acumulan al saldo de la tarjeta, ¿pero qué crees?, al siguiente mes también vas a querer adquirir otros más, quizá similares, quizá diferentes.

Es así como la deuda se empieza a acumular, y el saldo de la tarjeta parece nunca se va a cubrir.

Por ello digo que nos es difícil decidir pagar dinero viejo (crédito al consumo) con dinero nuevo (ingresos).

El dinero nuevo siempre puede tener un destino excitante que nos brinde satisfacciones o experiencias. El dinero viejo ya se usó y quedó solo en la memoria… pero se debe y hay que cubrirlo.

¿Alguna vez has tenido tu tarjeta de crédito al límite?

Si la respuesta es no, felicidades. Si la respuesta es sí, te tengo otra pregunta, ¿dejaste de gastar al mes siguiente? Lo obvio es que no, pero ya no gastaste con la tarjeta de crédito sino con los recursos propios. Nada cambió, solo la disponibilidad de donde obtuviste los recursos para su consumo.

Leí en alguna ocasión a un coach en finanzas personales escribir que la tarjeta de crédito solamente debería ser utilizada donde la tarjeta de débito o el dinero en efectivo no fuera recibido. Y entonces solamente usarla cuando el consumidor supiera que antes del mes cubriría el monto gastado. 

Estoy convencido que regalar tu dinero no es algo que te guste hacer. Una manera de regalar dinero es el pago de intereses sobre el saldo utilizado de tu tarjeta de crédito. Millones de pesos se pagan mes a mes en intereses por tarjeta habientes bancarios y de tiendas departamentales. ¿A cambio de qué? Parece ser que de una sola cosa: de la falta de paciencia del consumidor para obtener satisfactores en un periodo mayor que a aquel en el que busca satisfacción.

La satisfacción es cara cuando se obtiene a crédito, y ese es el camino más rápido para perderse en el laberinto de las tarjetas de crédito.

Si te gustaría profundizar más en este tema, y recibir una asesoría sobre el mismo, me encantaría tener el honor de conocerte y ser tu asesor financiero.

¡Tu futuro está en tus manos!

Lauro Sández
Asesor Patrimonial

La fotografía del Gran Cañón fue patrocinada por mi amigo Xavier. Gracias Xavier!

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